El Sonido De La Aldea

El destino cruel me llevó a un pueblo en Alemania, donde las relaciones con sus gentes son más un deber que un querer, algo que me produjo un choque no solamente cultural, sino también emocional. Allí todo se mide bajo la utilidad personal. Son personas poco interesadas en los otros, y eso lo demuestran con su malgenio, apatía y arrogancia. Yo, observándolos en su forma de hablar, de vivir y de relacionarse, deduzco que son personas reprimidas, cerradas y cínicas. Ser alemán es como una enfermedad mental. Hay un gran parecido entre los alcohólicos y la vulnerabilidad en las emociones de los alemanes. Cambian su comportamiento distante y frío (a raíz del control de sus mentes) por otro amable, tan amable que te sustraen el poder que tienes de actuar; quieren hacerte todo; si los contradices, no te hacen nada, únicamente se enojan fácilmente y terminan una amistad a causa de una disputa. El lenguaje que manejan es brusco e hiriente; a veces, dicho lenguaje se siente como una espalda fría. Por todo lo anterior, quise dar mis observaciones con el único propósito de mostrar la forma de vida en un pueblo de Alemania, en el cual los vecinos tratan de impedir el contacto con los demás, a tal extremo que, en el momento en que se sienten mal, no es prudente acercarse a ellos porque se toman agresivos en su lenguaje.